Liliana Ancalao nos visitó en mayo de 2019, en el marco del ciclo Arte y Feminismos, organizado por la Dra. Alejandra Pupio, Secretaria de Extensión y Relaciones Institucionales. La conocimos gracias a Álvaro Urrutia, un querido egresado de nuestro Departamento. Fue tanta la emoción y la admiración al escucharla que, desde hace dos años, publicamos para el 12 de octubre alguno de sus poemas. Hace dos días, estaba invitada a leer en una plataforma virtual, junto con otras y otros poetas. La plataforma fue hackeada y Liliana insultada. Es claro que el racismo recrudece en estos días. A modo de desagravio, publicamos el poema que Liliana Ancalao no alcanzó a leer.
La tarde del sábado para lavar la ropa
Entre los peones que cayeron fusilados en las huelgas rurales de 1920 y 1921 seguramente había hombres de los pueblos originarios que cuarenta años antes habían recorrido libres los territorios del sur.
La tarde del sábado
para lavar la ropa
pedían
los peones
que ahora les llamaban así
a los empobrecidos
williches pikunches
ahonikenk shelknam
yagan kaweskar
y también
los kamollfunche
cuarenta años después
un rato de ser wentru pedían
aunque los alambrados
no les dijeron
no
a su pedido
siempre fueron afables
tampoco sí
a las ventanas de brisa
en el galpón cerrado
un suspiro limpio que ventile el pecho
y se lleve el olor de los corrales
lo desparrame
como el agua enjabonada
el sábado a la tarde
en el patio de la estancia
un respiro de aire
sin patrones
que ahora debían llamarle así
a los muy enriquecidos
no les dijeron no
los muy prolijos
hicieron venir a los milicos
y no les dieron
tiempo para lavar su cara y su cabello
que el agua corra hasta sus pies
el sábado a la tarde
para lavar sus calzoncillos
la camisa
la roña de los puños
la mugre del cuello
los sudores
de la espalda
salir del ciclo de la lana
por un rato
que la parición
que cortarle los huevitos a las crías
y la señal del patrón en las orejas.
que la pelada del ojo
que la esquila
que los fardos de lana trepándose hasta el techo
no tuvieron
para sentarse
los bancos que pedían
descansar el cuerpo
y armar el círculo de la conversa
y el silencio
y que en los puestos
esa distancia alambrada
en la inmensidad del latifundio
el hombre no esté solo
condenado a estar impar
eso pedían
a cambio de volver
a producirles las ganancias
y los ataron
como hacía cuarenta años
a sus parientes
allá por el el chubut
en el corral de sacamata
como a animales
los milicos obedientes
de los muy enriquecidos
no les dijeron no
tampoco sí
al sábado a la tarde
para volver a ser wentru
por un rato
para lavarse
bancos
velas
aire
no estar solos en los puestos
no más pedían
balas
les dieron
los milicos obedientes
primero los pusieron paraditos
y en fila
como los postes del alambre
a los peones que se habían atrevido
les apuntaron ahí
a la memoria
y
fueron cayendo
las camisas con sangre
que ningún jabón refregará el sábado a la tarde
y vuelve a gotear el dolor
mierda
vuelve